No se hace referencia aquí a nuestra propia paz.  Es la paz de Dios: la paz que llega a nosotros por una comprensión del poder, la bondad y la buena voluntad de Dios, para sostenernos con Su mano derecha como Sus hijos.  La idea es que esta paz nos protege continuamente, como un centinela, para desafiar a cada pensamiento hostil o preocupante o a cada temor.  Ella protege la mente del cristiano, para que tenga paz en su corazón con el Señor, compañerismo y comunión: y también proteja su mente, sus facultades de raciocinio, instruyéndolo y dándole seguridad acerca del poder, la sabiduría y el amor divinos.  Z.’03-8.

Cualquiera que simpatice con la falsedad o la exageración está corrompiéndose.  Cualquiera que mantiene limpios sus pensamientos, y evita la exageración, etc., está en igual grado purificando su mente y carácter entero.  No es suficiente que estemos seguros acerca de la verdad de los asuntos.  Debemos probarlos aun más y discernir hasta qué punto son honorables, nobles; porque aunque el Señor ha cubierto los rasgos viles de nuestro carácter, y se propone cubrirlos hasta el final mediante Su sacrificio; sin embargo, no podemos simpatizar con nuestra condición caída, sino por el contrario debemos desear verdadera nobleza y los más altos ejemplos de honor en nuestros corazones, en nuestros pensamientos, en todas nuestras acciones hacia nuestro Dios y nuestro prójimo.  Z.’03-9

No debemos permitir que nuestras mentes vayan por caminos que podrían ser injustos, y debemos aprender a aplicar esta prueba de justicia en cada pensamiento, palabra y acto, mientras aprendemos al mismo tiempo a ver la conducta de otros desde un punto de vista diferente, tanto como la razón lo permita, desde el punto de vista de la misericordia, el perdón, la compasión, y el don de servicio.  Pero no podemos ser demasiado cuidadosos en cómo criticamos cada pensamiento nuestro, cada plan que desarrollamos, para que no quebrantemos las líneas de la justicia, en cualquier sentido de la palabra, mediante la aprobación de nuestros corazones.  Z.’03-9

Debemos amar y cultivar aquello que es puro a tal punto que lo impuro resulte ingrato para nosotros, angustiante y deseemos quitarlo de nuestra mente; y esto sólo podrá realizarse pensando continuamente en aquellas cosas que son puras, y evitando dar lugar a las cosas impuras.  Debemos reconocer la verdadera amabilidad, y estimarla.  Cuando pensemos en la más pura de las cosas debemos, por necesidad, elevar nuestra visión mental a un punto tan alto como sea posible, y, tan cerca como seamos capaces, para discernir la amabilidad del perfecto carácter de nuestro Dios y de nuestro Señor Jesucristo, y de igual manera la amabilidad manifestada en uno u otro de los seguidores de Jesús, quienes siguen atentamente Sus pisadas.  Z.’03-9

Podemos meditar sin riesgo en cosas de cualquier virtud o valor, cosas que son dignas de alabanza (palabras, hechos, o sentimientos nobles de cualquier persona), y como consecuencia nos encontramos creciendo hacia aquellos ideales de los cuales se alimenta nuestra mente, nuestra nueva naturaleza.  Resultaremos más y más transformados por la renovación de nuestras mentes y nos aproximaremos más y más cerca a la gloriosa semejanza de nuestro Señor y Maestro, siendo transformados de gloria en gloria, centímetro a centímetro, paso a paso, poco a poco, durante la vida presente.  Y estando nuestros pensamientos en esa actitud y nuestra unión en el Señor, tendremos parte en la Primera Resurrección, que nos perfeccionará para siempre en la imagen y semejanza del Señor.  Z.’03-9

Si encontramos nuestras experiencias en la vida muy variadas, podemos concluir que el Señor ve que necesitamos tanto la prosperidad, y como la adversidad para instruirnos apropiadamente y capacitarnos para la posición que Él designará para nosotros en el futuro.  Aprendemos, entonces, como lo hizo el apóstol, a tener abundancia, sin permitir que la abundancia de bienes terrenales nos desvíe de nuestros votos de consagración; y aprendamos también a estar en escasez (necesidad) y sin embargo, no desear cosa alguna más allá de lo que la sabiduría y providencia del Señor ve como lo mejor para darnos; aprendemos a contentarnos.  Z.’03-10

Todos aquellos engendrados por el Espíritu Santo debieran ser de buen temperamento.  De ninguna otra forma puede mostrarse mejor las alabanzas a Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a Su luz maravillosa, que por la exhibición del espíritu de amor en los asuntos diarios de la vida.  Z.’03-56, 57

Ningún miembro del cuerpo de Cristo puede decir que Él no necesita de otro miembro, y ningún miembro puede decir que no hay cosa alguna que pueda hacer en el servicio del cuerpo.  Bajo la guía de nuestra gloriosa Cabeza cada miembro que está lleno con Su Espíritu, y deseoso de servirle, puede hacerlo.  Cuando el tiempo para las recompensas haya llegado, quien sabe cuánto de la utilidad de Pablo y Apolo puede ser acreditada a alguno de los humildes como Aquila y Priscila, quienes de varias formas sirvieron, alentaron y apoyaron a sus competentes hermanos en la obra del Señor.  Z.’03-59

Ningún hijo del Señor debiera contentarse con dejar pasar los días de la presente época de cosecha, con sus doradas oportunidades de servicio y cooperación, sin buscar cada día levantar una bandera real por sí mismo, y mostrar bíblicamente las alabanzas de Aquel que lo ha llamado fuera de las tinieblas a su luz, o sin asistir y cooperar con otros a quienes el Señor en su providencia ha puesto en posiciones más ventajosas para el servicio público.  Z.’03-59

Si nos damos cuenta que un letargo espiritual ha estado deslizándose sobre nosotros de alguna manera, de modo que la verdad está perdiendo su poder inspirador sobre nosotros, nuestro primer deber es recurrir a la oración y comunión con Dios y Su Palabra, para que su poder santificador pueda ser manifiesto (Z.’03-54).  “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firmes hasta el fin nuestra confianza del principio.”  (Hebreos 3:14)

Vosotros que discernís el precio de vuestro alto llamamiento, y que estáis empeñados en seguir la línea hacia la meta, “ceñid los lomos de vuestro entendimiento”; estrechad y fortificad vuestros propósitos y esfuerzos; renovad vuestra determinación; redoblad vuestra diligencia; haced a un lado los pesos de los cuidados mundanos innecesarios; incrementad vuestro celo; y, como urge el apóstol, corred con paciencia la carrera que tenéis delante.  Corred no meramente como uno que está golpeando el aire, sino como alguien que tiene un propósito en vista, y que en un desesperado ahínco, está determinado a hacer seguro su llamado y elección.  Z.’03-54

Debemos tener en claro ante nuestras mentes el hecho de que el objeto fundamental de todos los tratos divinos para nosotros y con nosotros, y el significado final de todas las divinas promesas hechas a nosotros, es el desarrollo del amor, que es la semejanza de Dios, porque Dios es amor.  Y para tener este amor desarrollado en nosotros, en el sentido y al grado propuesto por el Señor, es necesario que venga de un corazón puro, en pleno acuerdo con el Señor, y su ley de amor, y completamente antagónico al adversario y su ley de egoísmo.  Z.’00-360

Es indispensable para aquellos que han alcanzado la marca del amor perfecto que se mantengan activamente ocupados en el servicio del Señor, entregando sus vidas por los hermanos.  Tales deben permanecer, no sólo como representantes de Dios y de los principios de justicia, sino también como representantes de aquellos que son fuertes en el Señor, y en el poder de Su fortaleza, y en la fe de Su Palabra, prestos, deseosos y eficientes en alentar a otros corredores en la carrera, para que ellos puedan alcanzar la “meta”.  Z.’01-10

Mientras que el enojo, en la naturaleza de odio, malicia, contienda, envidia, debe ser apartado por todos aquellos que están buscando ser imitadores del amado Hijo de Dios, el enojo en el sentido de justa indignación contra lo malo, contra el pecado en sus varias formas, es apropiado; y aunque debería usarse con gran moderación, movido por el amor, hay circunstancias en las cuales sería equivocado no estar justamente enojado y usarlo.  Z.’96-279

Si alguno fuera especialmente débil y propenso a tropezar, el verdadero soldado de la cruz no lo despreciará, ni lo vituperará, así como el hermano mayor, el Capitán no lo haría.  Por el contrario, él será mayor guardián y auxiliador hacia los más débiles, aun cuando disfrute mucho más en la compañía de los más fuertes.  Z.’99-88

¿Por qué es elegido el hombre con un solo talento como ilustración de estos talentos enterrados?  Es para mostrar la responsabilidad de aquellos que tienen menos, ya que el Señor espera del menor de Sus consagrados que conozca y use los talentos que tiene bajo su cuidado, y que no encontrará inocentes aun a aquellos que tienen la más pequeña habilidad para servirle a Él y a Sus hermanos, y a Su verdad, y que se niegue a usarla.  Z.’01-59

Habiendo “ceñido los lomos de vuestro entendimiento” para un largo, firme y determinado esfuerzo, “sed sobrios”; no os permitáis estar ansiosos, ni bajo la presión de la ansiedad, para agotar toda vuestra vitalidad espiritual en un tiempo muy breve, y luego sufrir una recaída en la frialdad y el desánimo; sino preparaos solícitamente para un largo y paciente sufrimiento de toda la disciplina y prueba de fe y paciencia necesarios para probar a un vencedor, digno de la bendita recompensa sometida “a aquel que venciere”.  La carrera delante de nosotros no es una que deba correrse a empujones y sobresaltos, sino con “paciente continuidad en hacer el bien”.  Z.’03-54

Algunos cristianos tienen la idea errónea de que Dios es quien los forma, y que Sus hijos deben permanecer meramente pasivos en Sus manos; pero Pedro no lo expresa así.  Nos exhorta a formarnos a nosotros mismos de acuerdo a las enseñanzas divinas.  Hay trabajo para ser hecho en nosotros y sobre nosotros, y aquellos que no lo realizan, sino que pasivamente se sientan y esperan que el Señor obre milagros en su favor, están engañándose en gran manera, y dan al enemigo gran ventaja sobre ellos, que ciertamente utilizará para atarlos de pies y manos y arrojarlos a las tinieblas, a no ser que se animen a sí mismos a trabajar por su propia salvación con temor y temblor.  Z.’03-55

La verdad divina sólo se encuentra en los canales divinamente designados: Y estos canales son el Señor, los apóstoles y los profetas.  Para continuar en la doctrina expuesta en sus escritos inspirados, estudiar y meditar sobre ellos; creer implícitamente en ellos, y confirmar fielmente nuestro carácter a ellos, o sea continuar en la Palabra del Señor.  Si nosotros continuamos como discípulos esforzados y sinceros, en verdad “conoceremos la verdad”, estaremos “firmes en la fe” y “capaces de dar una razón por la esperanza que está en nosotros”;  seremos capaces de contender “ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos,” pelear “la buena batalla,” dar “testimonio de la buena profesión,” y firmemente sufrir “penalidades como buen soldado de Jesucristo,” aun hasta el fin de nuestra carrera. Z.’03-61

He aquí una forma de examinar la verdadera disposición de nuestro propio corazón hacia aquellos que os hacen mal.  ¿Les haríamos el bien alegremente y los ayudaríamos en lo que está al alcance de vuestras habilidades a ver el error en su proceder y a vencerlo?  ¿Podéis orar por ellos tiernamente y soportar pacientemente su debilidad, su ignorancia y falta de desarrollo, e intentar por medio de un ejemplo noble mostrarles un camino más excelente?  Si tal es el caso, entonces es al pecado al que despreciáis y no al pecador.  Debéis odiar al pecado, pero nunca al pecador.  Hasta que el juicio inequívoco de Dios declare que el pecado y el pecador están inseparablemente unidos no debe el amor alejarse del prójimo.  Z.’91-141

Los israelitas espirituales deben vivir cada día y cada hora una vida de cercanía con su Sumo Sacerdote.  La sangre del amado Redentor debe ser evocada continuamente para purificar la más leve corrupción  de la conciencia, para que así los vestidos de boda de la imputada justicia de nuestro Señor no resulte manchada, sino que siendo removida la más leve mancha, podamos llevarla “sin mancha, ni arruga en cualquier tiempo”.  Z.’03-3, 4

Aun los hermanos más fuertes necesitan la ayuda, el estímulo, la asistencia de otros.  El Señor ha hecho los arreglos de tal manera que no nos sintamos completamente autosuficientes, y que aun nuestro propio descanso en el Señor pareciera requerir también la cooperación, el estimulo, la simpatía y el amor de los colaboradores en la viña.  ¿Quién que halla sobre llevado en alguna medida la labor y el calor del día en el servicio del evangelio puede no simpatizar con esta idea?  Aquí, entonces, hay una manera en la cual muchos de los amados del Señor, que no tienen en sí mismos una gran cantidad de talentos u oportunidades en el servicio, pueden ser colaboradores y asistentes en la obra del Evangelio.  Z.’103-40

Hace mucho alguien dijo: “Soy inmortal hasta que mi obra esté terminada”; y debemos confiar en esto que es realmente cierto para todos los que están comprometidos en el servicio del Señor, porque “estimada es a los ojos de Jehová, la muerte de sus santos”.   Z.’03-41

Crecemos en conocimiento a medida que tomamos nota de las promesas de Dios, y por fe las aplicamos a nosotros mismos, y buscamos discernir en nuestras vidas el cumplimiento de aquellas promesas; crecemos simultáneamente en gracia, porque al menos que cada ítem de conocimiento sea recibido en un corazón bueno y honesto, y traiga su medida de obediencia y justicia (gracia), no estaremos preparados para el próximo paso de conocimiento, y de esta forma nos detendremos, o posiblemente retrocederemos. Y como una pérdida de conocimiento significaría una apreciable pérdida de gracia, y así también una pérdida de gracia significaría una correspondiente pérdida de conocimiento, y yendo hacia las tinieblas, las promesas de la palabra del Señor resultarán más y más confusas y oscuras, en la proporción que nuestra gracia se perderá en mundanalidad o pecado.  Z.’03-70

El cristiano, como un discípulo del Señor, como un alumno en la escuela de Cristo, está siendo preparado para un lugar en el Reino Milenario; para una participación en su gloria, honor e inmortalidad. De aquí que, vemos la necesidad de las recientes amonestaciones de las Escrituras, para que el pueblo del Señor esté despierto y no sea como aquellos que duermen; ni como aquellos que están ociosos, ni como los que están sobre cargados con los cuidados de esta vida, sino que sean fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.  Su servicio hacia el Señor es en primer lugar traerse a sí mismo a una estrecha armonía con la voluntad del Señor, y a una semejanza con el modelo divino tan cercano como sea posible, y en segundo lugar, es que por precepto y ejemplo puedan ayudar a otros de los llamados en el mismo camino angosto.  Z.’03-70

Asombrados preguntamos, ¿Cómo puede ser esto?  Nuestro Señor Jesús estaba siempre en perfecta armonía con el Padre, un hijo que gloriosamente reflejaba su semejanza; pero no ha sido así con nosotros; éramos pecadores y no teníamos nada digno de amor.  Sí, pero hemos sido lavados y purificados, y aunque nuestros vasos terrenales pueden ser todavía imperfectos, nuestros corazones son perfectos a su vista, que es capaz de leer el corazón.  Y, como Él nos ve con un corazón perfecto (una intención y un propósito perfectos), esforzándonos por vencer las debilidades e incapacidades de nuestra carne imperfecta, con dificultad, pero sin embargo, con un determinado esfuerzo por hacer su voluntad, y humildemente creyendo en las provisiones que Él ha hecho para nuestra redención de la caída, Dios reconoce en nosotros lo que es digno de su Amor.  Z.’03-79

Es glorioso servir a Cristo en honestidad y completa fidelidad.  Hay un gozo inefable al estar del lado correcto, en saber que más allá del campo de sangre y el valle de sombras hay una abundante entrada al gozo y la paz del triunfante Rey de Reyes.  Por esta esperanza ninguno debiera retroceder por las penalidades de la batalla, ninguno debe acobardarse ante la ira del enemigo, y ninguno temblar ante la certidumbre del hambre, la sed, la desnudez, las heridas o la muerte.  Z.’03-89

Como miembros de la raza caída éramos incapaces de hacer cualquier obra que nuestro santo Dios pudiera aceptar.  Nuestra presente situación, sin embargo, como Nuevas Criaturas, no es el resultado de alguna cosa que la vieja criatura hizo, o pudo haber hecho.  No es de nosotros mismos; es el don de Dios.  Esta lección debe ser completamente apreciada, de otra forma estaremos continuamente en peligro de caer…  Lejos de considerar a la Nueva Criatura como una evolución de la vieja criatura, el apóstol nos hizo entender claramente que es una nueva y separada creación.  Fuimos creados en Cristo Jesús, hechura de Dios, preparados para buenas obras, pero no por medio de buenas obras.  Z.’03-90

La piedad ciertamente no puede incluir alguna habladuría dañina, alguna conversación injusta o poco santa, cualquier palabra desleal o con rebelión.  Pongamos tales cosas muy lejos de todos los que nombran el nombre de Cristo en sinceridad y verdad.  Y recordemos diariamente arreglar nuestras cuentas con el Señor, para estar seguros que ningún registro de palabras ociosas, sin arrepentimientos y consecuentemente no perdonadas, cuenten en nuestra contra.  Si rendimos cuentas diariamente a Dios y buscamos su gracia para un poder vencedor mayor cada día, seremos absueltos en el juicio y permaneceremos aprobados delante de Dios por medio de Cristo, teniendo el testimonio de su Santo Espíritu con nuestros espíritus que nosotros somos agradables y aceptables para Él.  Z.’96-33

Sea que nuestra lucha fuese de un carácter más público, o de una clase más privada, debe haber lucha; y, más que esto, debe haber progreso y victoria, de otro modo nunca podremos ser aceptados por el Señor como “vencedores”.  Otro pensamiento debe ser llevado en la mente por todos nosotros.  El Señor al hacer sus estimaciones tomará conocimiento del espíritu que actuó en nosotros, más bien que de los resultados obtenidos por nuestros esfuerzos.  En vista de esto, cuidemos que no sólo hagamos con nuestras fuerzas lo que muchas manos encuentran para hacer, sino también que cada sacrificio y regalo para el Señor y su causa esté tan lleno de amor y devoción que el Señor seguramente lo aprobará; que sea hecho por amor a Él y los Suyos, y no por vanagloria.  Z.’03-91