Studies in the Scriptures

Tabernacle Shadows

 The PhotoDrama of Creation



Capítulo 2

Los Israelitas, Los Levitas Y El Sacerdocio

 

– Las Clases de la Humanidad Tipificadas por los Israelitas, los Levitas y el Sacerdocio 
– La Consagración de los Sacerdotes 
– El Significado de las “Vestiduras Sagradas . . . para Honra y Hermosura” del Sumo Sacerdote, Típicamente Considerado 
– El Pacto Abrahámico, El Pacto de la Ley, y El Nuevo Pacto Prefigurados.

Es importante que adquiramos una idea clara, no solamente de la estructura del Tabernáculo, y de sus muebles y del significado típico de éstos, sino también debemos saber algo de los actores allí adentro, y el significado de ellos como tipos.

Israel se usa en muchos casos para tipificar a la Iglesia cristiana.  Por ejemplo, cuando ellos dejaron la esclavitud de Egipto, ellos fueron un tipo de los hijos de Dios que oyen su llamada para salir fuera del mundo y ocuparse en su adoración.

La jornada en el desierto representa la fatigante peregrinación por la cual pasan muchos, buscando el prometido reposo de Canaán – “Venid a mí . . . y yo os haré descansar.”  Como en el tipo, también en la realidad, el prometido reposo de Canaán no está muy lejos, si los hijos de Dios tuvieran fe suficiente para ascender y algún día entrar en él por la fe.  Dios ha hecho abundante provisión para ellos; pero ellos viajan por el desierto de Sin [que es el símbolo de la jornada por el desierto del pecado], buscando descanso y nunca encontrándolo porque ellos carecen de fe en las promesas de Dios.  Algunos vagan así por largo tiempo; y algunos nunca entran en el reposo de Canaán por causa de la incredulidad.

Pero, aunque Israel según la carne se usa de este modo y de otras maneras para tipificar al Israel Espiritual, no obstante como lo examinamos ahora, en su relación al Tabernáculo, él es un tipo totalmente diferente.  Aquí Israel incuestionablemente tipificó al mundo entero de la humanidad.  La ofrenda por el pecado, el sacrificio, la expiación, etc., hechos típicos por ellos (y por ellos solamente), eran figuras de los “sacrificios mejores” y de la expiación hecha a favor de todo el mundo; pues, así leemos: “Él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” – 1 Juan 2:2; Heb. 9:23.

En una palabra, Israel, tanto como el Tabernáculo, los sacerdotes, los levitas y los sacrificios, eran una figura.  Y lo que fue hecho allá en símbolo con y para Israel, desde el primer advenimiento de Cristo, está siendo llevado a cabo de un alto plano, y en gran escala, el último siendo la realidad, de la cual el primero fue el tipo, figura o sombra.

Como Israel tipificaba al mundo, entonces la tribu de los levitas tipificaba a la “familia de la fe”, o todos los que creen en Jesús y en su rescate.  El sacerdocio, un cuerpo bajo un jefe o Sumo Sacerdote, era típico del “rebaño pequeño”, el cual, con su “Cabeza” o Sumo Sacerdote, es un sacerdocio real, los miembros del cual, después del tiempo presente de sacrificio, serán reyes y sacerdotes para Dios; y ellos reinarán sobre la tierra. (Apoc. 5:10)  Considerándolo de este modo, vemos a Jesús el Sumo Sacerdote, no como un sacerdote según la orden de Aarón que era solamente típico de una grandeza y confesión u orden más grande, la Cabeza del sacerdocio real del cual otros fueron sólo figuras. (Heb. 3:1; 4:14)  El sacerdocio según la orden de Aarón tipificó principalmente la humillación y los sufrimientos de Cristo, menos su futura gloria – Melquisedec era típico de Cristo como un sacerdocio real y noble.

Pero, antes que los subsacerdotes, los miembros del Cuerpo de Cristo, el sacerdocio real, se reúnan con su Cabeza y comiencen su reino, ellos “sufrirán” con él, compartiendo los sacrificios antitípicos, como veremos pronto. – 2 Tim. 2:12.

El Apóstol Pedro demuestra aquellos que fueron tipificados por el sacerdocio de Aarón, cuando, dirigiéndose a los que fueron santificados, dice: “Vosotros . . . sed edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”  Vosotros sois real sacerdocio.” (1 Ped. 2:5, 9)  Ellos son todos ministros (siervos) de la verdad, aunque no todos son predicadores y Doctores de la Divinidad: y cada cual debe hacer su parte en el acto de abnegación antes de ser contado digno de ser un coheredero con Cristo.  Solamente para aquellos que sufren con él existe una promesa de reinar con él. – Rom. 8:17.

Que la Cabeza o Líder sacerdotal de este sacerdocio, de este “rebaño pequeño”, es nuestro Señor Jesús, está mencionado repetidas veces por los apóstoles.  Damos sólo una cita: “Hermanos santos [el sacerdocio real], participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión [nuestra orden de sacerdotes, para ser], Cristo Jesús.” – Heb. 3:1.

Como pasamos ahora a la consideración de la inauguración del sacerdocio típico, notamos que la tribu de los levitas (típica de todos los creyentes justificados) existía antes de que fuera instituido el sacerdocio.

Así en el antitipo el “sacerdocio real” comenzó con la unción de Jesús, el Sumo Sacerdote (en el bautismo, Luc. 3:22; Hechos 10:38); pero, los creyentes, justificados por la fe en Cristo, habían vivido por mucho tiempo antes de esto.  Por ejemplo: Abrahán creyó en Dios, y fue justificado por la fe. (Rom. 4:2, 3)  Aunque el tipo no había venido en sus días, Abrahán, como un creyente justificado, era un miembro de la “familia de la fe”, tipificado por los levitas.  Pero, nadie del “sacerdocio real” fue seleccionado hasta que después que el Líder o Sumo Sacerdote de esta orden fuese el primero admitido e instalado en el oficio.

Desde entonces la inauguración y la instalación de los subsacerdotes han sido la obra especial de esta dispensación cristiana o Edad Evangélica.  De este modo, los sacerdotes, ahora consagrándose y siendo instalados y ofreciéndose a sí mismos como sacrificios, están siendo preparados como instrumentos de Dios para la nobleza del reino, y por lo tanto para la bendición de todas las familias de la Tierra.

El Sacerdocio

Sería bueno notar que en toda la ceremonia relativa a la ordenación y a la obra del sacerdocio el sacerdote principal era el primero: e igualmente en el antitípico sacerdocio, Jesús fue el primero – el Líder, el Autor y el Precursor – esto enseña claramente que nadie le precedió.  Por consiguiente, vemos que ninguno de los patriarcas o profetas son del “rebaño pequeño”, del “sacerdocio real”, por otro lado llamado “la novia”, “la esposa del Cordero”.  Aunque ellos serán grandemente bendecidos como siervos del Señor, el servicio de ellos no será tan grandemente enaltecido como el de los sacerdotes, ni su honra tan grande; no obstante, como representado en los levitas, su futura obra y honra evidentemente serán grandes.

El “angosto camino que lleva a la vida” (la inmortalidad) no estaba abierto hasta que viniera Jesús.  Él fue el primero de andar en él.  Él “sacó a luz la vida y la inmortalidad”. (2 Tim. 1:10)

Y aunque todos los creyentes fieles (levitas) se harán posesores de la vida eterna, y el mundo (representado por el Campamento de Israel) también, si ellos la aceptan durante la Edad Milenaria, no obstante solamente el sacerdocio, aquellos que vencen y siguen su Líder en el angosto camino que lleva a la vida – sacrificando los intereses humanos – por lo tanto buscando la gloria, honra, e inmortalidad (Rom. 2:7), eternamente se harán los posesores de este ilimitado grado de vida llamado inmortalidad, originalmente poseído solamente por Jehová Dios, y por nuestro Señor Jesucristo desde su resurrección. – Véase El Plan Divino de las Edades, Estudios X y XI. 

La Unción

Bajo la Ley, la unción era la ceremonia por la cual los sacerdotes fueron instalados en su servicio.  Ellos fueron ungidos para su oficio con un peculiar ungüento, llamado el “aceite de la santa unción”, aplicable a ningún otro, solamente a los sacerdotes, e ilegal para cualquier otro poseerlo o hacerlo. (Ex. 30:25-33, 38)  Este aceite tipificó al Espíritu Santo de la adopción por medio del cual nosotros, el “sacerdocio real” estamos sellados como hijos de Dios.  Únicamente los consagrados, los sacerdotes, siempre fueron ungidos así.

Aarón, el típico Sumo Sacerdote, representó a Jesús, la Cabeza, y a la Iglesia como miembros del Cuerpo – el gran Sumo Sacerdote antitípico.  Siendo nada más que un hombre pecador, igual a otros, Aarón precisaba lavarse a fin de representar adecuadamente la pureza del antitipo, Jesús, aquel que no conoció pecado, y su Iglesia, habiéndola purificado por medio de su sangre preciosa y con el lavamiento del agua por la palabra. – Ef. 5:26.

Después de lavarse, Aarón se vestía con las vestiduras sagradas para “honra y hermosura” (Ex. 28), y finalmente el aceite de la unción fue derramado sobre su cabeza. (Ex. 29:7) 

Cada pieza de este glorioso vestuario era típica de las cualidades y los poderes del Gran Libertador – Cabeza y Cuerpo – como los discernió Jehová, mirando hacia el futuro, hacia el tiempo de la “manifestación de los hijos de Dios”, y el cumplimiento en ellos de sus promesas.

El Sumo Sacerdote 
En Vestiduras Típicas 
“Para Honra y Hermosura”


“Las vestiduras que harán son estas: el pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón.” – Ex. 28:4.

La “túnica” blanca de lino representaba la pureza del Sumo Sacerdote, mientras que su bordado demostraba el resultado de aquel carácter puro en obras de gracia.

La “mitra”, una faja de lino fino blanco (típica de la justicia), usada alrededor de la frente, para la cual el plato de oro, o “corona”, estaba fijado con una cuerda azul, demostraba que la corona era justamente suya.

En la lámina de oro estaba grabada una inscripción: “Santidad a Jehová”, así proclamando: Este Sumo Sacerdote está enteramente dedicado al cumplimiento de los propósitos de Jehová.  La corona de oro también proclamó su realeza: Cristo será “sacerdote en su trono” – “sacerdote para siempre según la orden de Melquisedec”. – Zac. 6:13; Sal. 110:4; Heb. 7:17.

    

El “Cinturón de Lino” indicaba un siervo justo: el lino – la justicia, el cinturón – la servidumbre.

El “Manto del Efod”, de color azul, representaba su fidelidad.  Las orlas de él estaban hechas de campanas de oro y de adornos en forma de granada.  La granada siendo una fruta superior, demuestra que el desempeño fiel de la obra de sacrificio del Redentor había producido un fruto precioso – la redención de la vida perdida de la raza humana.  Las campanas de oro significaban que cuando nuestro Sumo Sacerdote aparece en gloria y hermosura, el fruto de la obra de sacrificio se hará manifiesto a todos – proclamado a todo el mundo, como en el tipo las campanas proclamaron esto a todo Israel.  Esto se indica por la proximidad inmediata de las campanas llamando atención al fruto.

El “Efod” estaba hecho de tela de púrpura, azul, carmesí, blanco, e hilos de oro, hábilmente y bellamente entretejida.  Estaba compuesto de dos partes, una suspendida por delante y la otra por detrás.  Estas dos partes estaban fijadas juntas por dos anillos de oro que reposaban en los hombros.  El “efod” tipificaba los dos grandes pactos – el Pacto Abrahámico representado por la parte delantera, y el Nuevo Pacto representado por la parte posterior, ambos de los cuales se demuestran de este modo que están subordinados a nuestro Sumo Sacerdote.  Ambos pactos están colocados sobre él: si él falla a soportarlos o falla a llevar a cabo sus términos y condiciones, ellos se caen a la tierra – fracasan.  Pero, gracias a Dios, estos pactos están unidos y firmemente enganchados en él por los anillos de oro (el poder divino), tanto como amarrados a él por el “cinto de obra primorosa” – una cuerda hecha del mismo material como el efod.

El Sumo Sacerdote En Vestiduras
Típicas De La Gloria Venidera De Cristo

Este “Cinto de Obra Primorosa” parece decir: Este es un siervo, y como éste es el cinto del Efod nos dice que es “el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros.” – Mal. 3:1.

Una parte del Efod que representaba el Nuevo Pacto fue garantizada en el Calvario; pues, ¿no fue la muerte de nuestro Señor, “la sangre del Nuevo Pacto”, de la cual comparten sus miembros? – Mat. 26:28; 1 Cor. 10:16.

La otra parte está incompleta aún, a la medida que el Padre celestial ve su cumplimiento en el futuro: pues el Pacto Abrahámico promete el desenvolvimiento de la Simiente de Abrahán, por medio de la cual el Nuevo Pacto bendecirá a todo el pueblo, y esta Simiente aún no está completa.  Verdaderamente, nuestro Señor Jesús es la Simiente, sin embargo, Dios había previsto y predicho a la gran simiente espiritual que incluirá al cuerpo, la Iglesia con la Cabeza. (Gal. 3:16, 29)  Y el Apóstol indicó que la simiente terrestre de Abrahán también compartirá el trabajo de bendecir al mundo, no obstante, el Israel espiritual es la verdadera simiente como está escrito: “no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.” – Gal. 4:22-31.

Concerniente a la simiente natural de Abrahán y como prueba de que ellos no serán miembros del sacerdote, aquel que hará las bendiciones, el Apóstol dice: “En cuanto al evangelio [la parte espiritual del Pacto], ellos [la simiente literal] son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres.  Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados.  Vendrá de Sion [la Iglesia espiritual] el Libertador [este gran Sumo Sacerdote, el siervo del Pacto – Jesús, la Cabeza, y el “rebaño pequeño”, su cuerpo], que apartará de Jacob la impiedad. Ellos [Israel] serán los primeros bendecidos por la Simiente espiritual o verdadera y pueden más tarde hacerse colaboradores. – Rom. 11:26-29.

Así entonces, después que el Cuerpo de Cristo completara la “Simiente” espiritual, esta promesa adicional hecha a Abrahán con respecto a una simiente terrestre debe tener un cumplimiento: la simiente carnal debe hacerse grande “como la arena que está a la orilla del mar”; la Simiente celestial será como “las estrellas del cielo”. (Gen. 22:17)

Ellos deben dirigirse primero a la justicia y a la verdad; entonces ellos se harán una agencia mediante la cual la simiente espiritual operará en la prometida bendición de toda la humanidad con verdad y gracia.

El carmesí, azul, púrpura, etc., que componían el efod, indicaban las condiciones de los dos pactos.  El carmesí demuestra como Dios proveyó la redención a partir de la maldición adámica por medio de la sangre del rescate.  El lino blanco indica la restauración del hombre a su pureza original.  El azul le concede la ayuda, la habilidad y la fe para mantener su carácter justo.  El púrpura proclama el poder real y cooperativo del Reino.  Todas estas bendiciones se entrelazan simultáneamente y se hacen ciertas por el poder divino del Sacerdote ungido, representado en el entrelazado hilo de oro.  De este modo Jehová ha establecido ambos pactos, los cuales se relacionan con el pueblo, y sobre aquel que es tanto poderoso como dispuesto para ejecutar estas gloriosas bendiciones prometidas – “a su debido tiempo”.


“Pectoral de Juicio”

El “Pectoral de Juicio” – estaba colocado en el frente del efod.  Estaba suspendido por dos cordones de oro desde los anillos en los hombros y estaba ligado al efod por medio de un cordón, y por los anillos de oro – esta ligadura siendo tan escondida en la parte inferior que para el observador casual pudiera parecer como una parte del efod.  (Ex. 28:26-28)  Este pectoral bellamente representaba la Ley: Ella no era parte del Pacto Abrahámico (efod) sino “fue añadida” a él. (Gal. 3:19) 

Como los israelitas los consideraban (no reconociendo la misteriosa conexión), el pacto de Abrahán y “la ley que vino cuatrocientos treinta años después”, fueron todos uno.  Pero Pablo nos demuestra que había dos simientes que Dios tenía en mente, la espiritual y la natural, y que el Pacto y la Ley eran distintos “a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe.” – Rom. 4:16.

Este emblema de la Ley (el pectoral) era una de la más bellas partes del vestuario del Sumo Sacerdote.  Estaba hecho de los mismos materiales que el efod.  Él tenía en sí, puestas en oro, doce joyas preciosas, en las cuales estaban grabados los nombres de las doce tribus.

Estaba atado sobre el corazón del Sumo Sacerdote indicando que era precioso para él.  Como una “coraza de justicia” cubría su corazón.  Aquello que condenaba toda imperfección era su placer – “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón.” – Sal. 40:8.

Este pectoral era dos palmos de largo y un palmo de ancho, doblado en el medio, es decir, era de un palmo de largo y de un palmo de ancho cuando fue doblado.  La medida, un palmo, indica que la ley de Dios es la medida total de la habilidad de un hombre perfecto.  El hombre Cristo Jesús, siendo perfecto, era el único que siempre guardaba la Ley perfecta de Dios sin violación, mientras que aquellos que componen el “rebaño pequeño”, su Cuerpo, tienen su justicia imputada a ellos, y por eso pueden decir verdaderamente, “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros.”

El hecho que era doble y que las partes eran de igual medida representa la letra y el espíritu de la Ley.  La parte frontal contenía las piedras  preciosas, y estaba suspendida por el cordón de oro en los anillos de oro del efod.

La parte baja estaba fijada en el efod.  Esta mitad inferior, fijada al efod (pacto), parece representar la Ley en letra, como fue dada a Israel carnal.

La parte delantera parece ilustrar el espíritu de la Ley cumplido en nosotros, “que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Rom. 8:4)  Los dos son realmente uno cuando son correctamente observados, pero solamente la parte delantera sostiene las piedras preciosas.

El oro puro siendo un símbolo de las cosas divinas, la dependencia de esta parte de la Ley por un cordón de oro, desde los anillos de oro, parece enseñar que la Ley es divina; y sabemos también que es con la ayuda divina que estamos capacitados para andar – no según la carne, sino según el espíritu.  Es esta fase de la Ley que sostiene las “piedras preciosas”, puestas en oro, representativas del Israel verdadero, el “rebaño pequeño” del Señor.  “Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe.” (Mal. 3:17)  Así embutidos en oro (la naturaleza divina) y sostenidos por el cordón dorado de promesas divinas, ¡qué maravilla “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros”! – Rom. 8:1, 4.

Cuando Aarón estaba vestido allí con estas vestiduras hermosas tan significantes típicamente, y ungido con el aceite sagrado, su cabeza representaba a Jesús, la Cabeza del Sacerdocio, mientras que su cuerpo representaba a la Iglesia, completa en Cristo.  ¡Cuán conmovedor y significante es un tipo del Sumo Sacerdote del mundo, sin mancha, y revestido con poder y autoridad para cumplir los pactos de Jehová!

El Subsacerdocio – 
“El Cuerpo”

Vemos al Cuerpo, o miembros del Sumo Sacerdote, de nuevo individualmente tipificados por los subsacerdotes, que cada cual usaba una “tiara”, cubriendo su cabeza, para indicar que no era la cabeza del Sacerdocio, sino meramente un miembro del Cuerpo.  Dios dio a Jesús “por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo.” (Ef. 1:22, 23)  Es por esta razón que Pablo insiste que la cabeza de la mujer debe cubrirse, indicando que ella no es la cabeza; el marido y la mujer son típicos de Jesús y de su Novia – la Iglesia de los Primogénitos.

Los subsacerdotes se vestían con trajes de lino y usaban cinturones.  Sus vestiduras representaban la justicia de Jesús imputada a ellos, y sus cinturones representaban a ellos como siervos de la justicia.  El Sumo Sacerdote usaba vestiduras muy similares durante el tiempo de sacrificio (El Día de la Expiación) y llevaba las gloriosas vestiduras después de hacer la expiación.

La Unción del Sacerdote

Así como Aarón tenía el aceite sagrado derremado sobre su cabeza, igualmente nuestra Cabeza, el Señor Jesús, fue ungido con el aceite antitípico – el Espíritu Santo – cuando tenía cerca de treinta años, en las orillas del Jordán, en el tiempo de su consagración.  Allí él fue ungido “con óleo de alegría más que a tus compañeros”, como Cabeza sobre todos sus coherederos.  Una medida del espíritu se da para cada miembro quien de este modo se consagra; pero Jehová no daba “el Espíritu por medida” a Jesús. (Juan 3:34)  Juan vio y dio testimonio que nuestro Sumo Sacerdote fue de este modo ungido, y Pedro añade su testimonio “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret.” – Juan 1:32; Luc. 4:1; Hechos 10:38.

El aceite de unción fue derramado solamente sobre la cabeza.  Los subsacerdotes no fueron ungidos individualmente.* Ellos fueron reconocidos como miembros del cuerpo del Sumo Sacerdote, y recibieron su unción solamente en él como su cabeza.  Por esta razón los sacerdotes antitípicos son meramente participantes del espíritu de Cristo, y solamente aquellos que están en Cristo Jesús son participantes de la unción que sella a todos los que serán reconocidos como los herederos de las promesas de Dios, y coherederos con Jesucristo su Señor. – Ef. 1:13, 14; 4:30.

 [1] Éxodo 30:30 se refiere a la unción de Aarón y sus hijos.  El pensamiento es que cada hijo de Aarón que sucedió al oficio de Sumo Sacerdote debía ser ungido a su turno, como Aarón mismo fue ungido en el comienzo.

El aceite que “baja hasta el borde de sus vestiduras [las vestiduras del Sumo Sacerdote]” (Sal. 133:2), así representa cómo todos los miembros del Cuerpo de Cristo deben ser portadores de la misma unción tras su Cabeza.  “La unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros.” (1 Juan 2:27)  Este aceite comenzó a tocar al Cuerpo, en el día del Pentecostés, y se derramó a través de esta Edad Evangélica, ungiendo a todos los que fueron verdaderamente bautizados en Cristo, constituyéndolos, con su Cabeza – reyes y sacerdotes de Dios, para reinar mil años. – Apoc. 20:6.

Por lo tanto, vemos que Aarón, vestido en trajes ceremoniales y ungido, representaba al Cristo total – la Simiente completa de Abrahán, en que Dios está a punto de bendecir a todas las familias de la Tierra.

Pero no debemos olvidar que hemos sido observadores del Gran Libertador desde el punto de vista de Dios, y con él mirando hacia el tiempo de su manifestación – La aurora del Día Milenario – cuando todos los miembros deben haber venido al Cuerpo, y cuando el “óleo santo” se derramará descendiendo “hasta el borde de sus vestiduras”, ungiendo a cada miembro. (Lev. 10:7)

Entonces, Él comenzará la obra de bendecir al género humano.  Por el glorioso reino de este Sacerdote Real constantemente oramos: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”

 

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