Capítulo
8
Otros
Tipos Significantes
–
Las Columnas del Atrio – Las Cortinas Blancas – Los Ganchos de Plata
– Las Columnas de la Puerta del Santo y del Santísimo – La Mesa de
Oro – El Candelero de Oro – Los Sacerdotes Antitípicos que Ven las
Cosas Profundas y los Levitas que no las Ven – El Altar de Oro – El
Arca del Pacto en el Santísimo – Sus Contenidos y Sus Significados –
El Propiciatorio – Los Dos Querubines – El Sacerdote Sin Mancha – El
Misterio Oculto de las Edades.
En la descripción precedente hemos omitido a propósito una
explicación de algunos detalles interesantes, que ahora pueden entender
mejor ahora aquellos, que mediante un estudio cuidadoso, han obtenido un
entendimiento claro del plan general del Tabernáculo, de sus servicios y
de sus significados típicos.
Las columnas que estaban en el “Atrio”, y sostenían las
cortinas blancas, representaban a los creyentes
justificados – el “Atrio”, como ya hemos visto, representaba
la condición justificada. Las
columnas eran de madera, un material corruptible, implicando de ese
modo que la clase tipificada no es perfecta verdaderamente como seres
humanos; pues ya que la perfección humana se representaba por el
cobre, estas “columnas” debían haber sido hechas o de cobre, o
cubiertas con cobre, para representar a seres humanos realmente
perfectos. Pero aunque
hechas de madera se colocaban en bases de cobre, que nos enseña que a
pesar de ser imperfectos su posición es la de seres humanos
perfectos. Sería
imposible representar más claramente la justificación por la fe.
Las cortinas blancas, las cuales, sostenidas por estas columnas, y
formando el “Atrio”, bien ilustraban la misma justificación o
pureza. Igualmente, los
justificados deben alzar continuamente a la vista del mundo (el “Campamento”)
el lino puro, representando la justicia de Cristo como su cobertura.
Los ganchos de plata, por medio de los cuales las columnas sostenían
las cortinas, eran simbólicos de la verdad.
La plata es un símbolo general de la verdad. Los creyentes justificados, representados por las columnas en
el “Atrio”, por lo tanto pueden reivindicar realmente y verdaderamente que la justicia de Cristo cubre todas sus
imperfecciones. (Ex. 27:11-17) Nuevamente,
es sólo por la ayuda de la verdad que son capaces de mantener su
justificación.
Las columnas de la puerta en la entrada del Tabernáculo – en la
“puerta” del “Santo” – fueron cubiertas por el primer “Velo”. Ellas eran totalmente diferentes de las columnas en el “Atrio”,
y representaban a las “nuevas criaturas en Cristo” – a los
santos consagrados. La
diferencia entre éstas y las columnas en el “Atrio” representa la
diferencia entre la condición de los creyentes justificados y los
creyentes santificados. La consagración a la
muerte de un hombre justificado, como ya hemos visto, es el camino
para el “Santo” – pasando por la muerte de la voluntad humana,
la mente carnal, el primer velo.
Por eso, estas columnas deben ilustrar este cambio, y así lo
hacen; pues estaban cubiertas con oro, símbolo de la naturaleza
divina. Su colocación en
bases de cobre representaba la manera en la cual “tenemos este
tesoro [la naturaleza divina] en vasos de barro” (2 Cor. 4:7); es
decir, nuestra nueva naturaleza todavía se basa en, reposa en,
nuestra humanidad justificada.
Esto, se recordará, corresponde exactamente con lo que
encontramos que el “Santo” simbolizaba, a saber, nuestro lugar o
posición como nuevas criaturas, aun no perfeccionadas. – Ex. 26:37.
Las columnas de la puerta del “Santísimo” estaban exactamente dentro del segundo “Velo”,
y representaban a aquellos que pasan más allá de la carne (el velo)
enteramente, para la perfección de la condición espiritual.
Estas columnas se construían de tal manera para ilustrar esto
plenamente. Cubiertas con
oro, representaban la naturaleza divina pero ya no más colocadas en
bases de cobre – ya no más dependientes de alguna condición humana
– ellas estaban colocadas en bases de plata (la realidad, la verdad,
la veracidad) y parecían decir: Cuando usted entra en este velo usted
será perfecto – realmente y verdaderamente nuevas criaturas. –
Ex. 26:32.
La Mesa de Oro, sobre la cual en el “Santo” estaban puestos
los panes de la proposición, representaba la Iglesia como un todo,
incluyendo a Jesús y a los apóstoles – todos los santificados en
Cristo que sirven “asidos de la palabra de vida.” (Fil. 2:16)
La gran obra de la Iglesia verdadera durante esta edad ha sido
alimentar, fortalecer e iluminar todos los que ingresan en el pacto de
la condición espiritual. La
Novia de Cristo está preparándose. (Apoc. 19:7)
El testimonio del mundo durante la edad presente es
absolutamente secundario e incidental.
La bendición plena del mundo seguirá en el “debido tiempo”
de Dios, después de que haya terminado la Edad Evangélica (el antitípico
Día de la Expiación con sus ofrendas por el pecado).
El Candelero de Oro, o el candelabro, que estaba colocado en el lado
opuesto de la Mesa de Oro y daba luz a todos en el “Santo”, era de
oro – todo de una pieza martillada.
Tenía siete brazos, cada uno apoyaba una lámpara, formando
siete lámparas en total – un número perfecto o completo.
Esto representaba la Iglesia completa – desde la Cabeza, Jesús,
y incluía hasta el último miembro del “rebaño pequeño” que está
siendo escogido de entre el pueblo, para ser participantes de la
naturaleza divina (el oro). Nuestro
Señor dice: “los siete candeleros que has visto, son las siete
iglesias” (Apoc. 1:20) – la Iglesia única cuyas siete etapas o
desarrollos fueron simbolizados por las siete congregaciones de la
Asia Menor. (Apoc. 1:11) Sí;
aquel candelero representaba a la Iglesia entera de los Primogénitos
– no a la nominal, sino a la Iglesia verdadera, cuyos nombres están
inscritos en los cielos – los portadores de luz verdaderos – el
“Sacerdocio Real”.
La
forma de su artesanía era bella – flores de almendra, una fruta y
una flor, siguiéndose sucesivamente – ambos representando a la
Iglesia verdadera tanto bella como fructífera del primero hasta el último. La lámpara en la parte superior de cada brazo se formaba
como una almendra, el significado de la cual veremos cuando
consideramos el significado de la vara de Aarón.
La
luz de esta lámpara era de aceite puro de oliva, “batido” o
refinado; y las lámparas siempre se mantenían encendidas.
Este aceite era símbolo del Espíritu Santo, y su luz
representaba la iluminación santa – el Espíritu de la verdad.
Su luz era para el beneficio de los sacerdotes solamente, pues
a ningún otro le fue permitido verla o sacar provecho de su luz.
Así se representaba el espíritu o la mente de Dios dados para
iluminar a la Iglesia, en las cosas profundas de Dios, las cuales están
enteramente ocultas del hombre natural (1 Cor. 2:14), aunque sea un creyente – un hombre
justificado (un levita). Nadie,
sino los consagrados de verdad, el “Sacerdocio Real”, están
permitidos a mirar esta luz más profunda, escondida en el
“Santo”. Los
sacerdotes (el Cuerpo de Cristo consagrado) siempre tienen acceso al
“Santo”; es su derecho y privilegio; estaba destinado para ellos.
(Heb. 9:6) La clase levítica
no puede mirar adentro por causa del velo de la disposición humana
que se interpone entre ellos y las cosas sagradas; y el único medio
para ponerla al lado es consagrar y sacrificar por completo la
voluntad y la naturaleza humanas.
Las
luces tenían que ser arregladas y llenadas cada mañana y cada tarde
por el Sumo Sacerdote – Aarón y sus hijos que le sucedieron en el
oficio. (Ex. 27:20, 21; 30:8) Igualmente
nuestro Sumo Sacerdote está llenándonos diariamente más y más con
la mente de Cristo, y quitando la escoria de la vieja naturaleza –
la mecha por la cual opera el Espíritu Santo.
Los Sacerdotes Y Los Levitas Antitípicos
¿Estamos
perplejos por qué algunas personas religiosas no pueden ver nada más
que las cosas naturales – no pueden discernir la profundidad de las
verdades espirituales de la Palabra? – ¿por qué pueden ver ellos
la restauración del hombre natural, pero no pueden ver el llamamiento
divino celestial? Estas
lecciones del Tabernáculo demuestran por qué esto es así.
Son hermanos en la justificación, de “la familia de la fe”,
pero no hermanos en Cristo – no consagrados totalmente – no son
sacrificadores. Son levitas – en el “Atrio”: ellos nunca se consagraron
como sacerdotes, para sacrificar sus derechos y privilegios humanos, y
por eso, no pueden entrar en el “Santo”, ni ver las cosas
preparadas solamente para la clase sacerdotal.
“Cosas que ojo [natural] no vio, ni oído oyó, ni han subido
en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero
Dios nos las reveló a nosotros [quienes por medio de la consagración
se han hechos “participantes de la naturaleza divina,”] por el Espíritu
[la luz de la lámpara]; porque el Espíritu todo lo escudriña [revela],
aun lo profundo [escondido]
de Dios.” – 1 Cor. 2:9, 10.
La
iglesia nominal siempre ha incluido tanto la clase justificada como la
clase santificada – los levitas y los sacerdotes – así como los
hipócritas. En las epístolas
del apóstol Pablo ciertas partes fueron dirigidas a la clase
justificada (los levitas) que no se habían consagrado totalmente.
Por lo tanto él escribe a los Gálatas: “Pero los que son de
Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gal. 5:24) Así
él parece implicar que solamente algunos de ellos estaban en armonía
con el llamamiento del Evangelio para sacrificarse – la crucifixión
de la carne.
Del
mismo modo él se dirigió a los Romanos (12:1); “Así que, hermanos [creyentes –
justificados por la fe en Cristo – levitas], os ruego por las
misericordias de Dios [manifiestas mediante Cristo en nuestra
justificación], que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo [que
vosotros os consagréis totalmente – de esta manera haciéndoos
sacerdotes], santo, agradable a Dios.”
Todos los que de corazón renuncian el pecado y aceptan la
gracia de Dios en Cristo son justificados libremente por la fe en Jesús
– Dios los acepta y los considera sin pecado o santos; y a estos
sacrificadores y sus ofrendas Dios se ha declarado dispuesto a aceptar
a través de Cristo durante este Día de la Expiación (la Edad Evangélica)
y hasta que el número total elegido del sacerdocio real sea
completado. “Ahora es
el tiempo aceptable” – el tiempo en que tales ofrendas son aceptadas.
Es cierto, como ya hemos visto, que Dios aceptará los
sacrificios del mundo, y esto siempre será el único curso apropiado
que todos siguen – para entregar al Señor sus seres comprados.
Pero después de que esta edad haya terminado, a nadie se le
permitirá sacrificarse hasta la muerte y los sufrimientos – tales sacrificios serán imposibles
después que se inauguren la nueva edad y sus reglamentos.
Parece
ser evidente que con mucho la mayor parte de las iglesias primitivas (aun
mucho más de las mezclas mundanas modernas, la confusa
“Babilonia” del día actual) no fueron consagradas a la muerte, y
por consiguiente, no fueron parte del antitípico “sacerdocio
real”, sino meramente levitas, haciendo el servicio del Santuario, pero no sacrificándose.
Mirando
para atrás al tipo en la Ley, encontramos que había 8.580 levitas
nombrados al servicio típico, mientras que solamente cinco sacerdotes
fueron nombrados al sacrificio típico. (Num. 4:46-48; Ex. 28:1)
Pueda ser que esto, tanto como los otros rasgos de la “sombra”,
fueron designados para ilustrar la proporción de los creyentes
justificados a los que se sacrifican y se consagran.
Aunque la Iglesia nominal ahora alcanza millones, no obstante,
cuando se toma en consideración a los hipócritas, y cuando solamente
uno de los mil setecientos que quedan se supone que es un sacrificio
viviente (aunque sean pocos, sin embargo una proporción correcta según
el tipo), parece muy evidente que el Señor no hizo una declaración
errónea cuando dijo que aquellos (el “Sacerdocio real”) que
recibirían el reino sería un “rebaño pequeño”. (Lucas 12:32)
Y cuando recordamos que dos de los cinco sacerdotes fueron
destruidos por el Señor, en símbolo de la muerte*
de
los sacerdotes negligentes e infieles, encontramos que la proporción
de 3 sacerdotes para los 8.580 levitas son solamente 1 para 2.800.
A medida que empezamos a comprender
más claramente el nivel alto de carácter requerido de todos los que alguna
vez recibirán la vida eterna en algún
plano, y cuán pocos parecen hacer alguna profesión seria de o
intento para el amor perfecto
como un principio gobernante en sus vidas, estamos inducidos a
preguntarnos si los dos hijos de Aarón que fueron destruidos por el
Señor, no fueron destinados a tipificar la proporción grande de los
consagrados y ungidos que han fracasado de alcanzar el estandarte alto
de corazón necesario, y
que consecuentemente no serán dignos de ninguna vida, sino al
contrario, descenderán en el olvido – la Segunda Muerte.
El
hecho que vemos a los creyentes que están tratando de quitarse de sus
pecados no es evidencia por sí misma que sean “sacerdotes”; pues
tanto los levitas como los sacerdotes deben practicar “la circuncisión
del corazón” – “quitando las inmundicias [los pecados] de la
carne”. Todo esto es
simbolizado en la Fuente de agua en el “Atrio”, en la cual se
lavaban tanto los sacerdotes como los levitas. Ni tampoco es un espíritu de humildad, suavidad,
benevolencia y moralidad siempre indicativo de una consagración a
Dios. Estas cualidades
pertenecen a un hombre perfecto natural (la imagen
de Dios), y ocasionalmente ellas parcialmente sobreviven la ruina
de la caída. Pero tales
evidencias no infrecuentemente pasan por pruebas de una consagración
total en la Iglesia nominal.
Aun
cuando vemos a los creyentes practicando la abnegación en alguna obra
buena de reforma política o moral, eso no es una evidencia de
consagración a Dios, aunque sea una evidencia de consagración a una obra. La consagración
a Dios dice: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado”;
que tu voluntad, de tu manera, sea hecha. Cualquier
obra, en todo lugar. La
consagración a Dios, entonces, garantizará una búsqueda de su plan
revelado en su Palabra, para que podamos ser capaces de gastarnos y
ser gastados por Él en pro de su servicio, en armonía con su plan
arreglado y revelado.
No
maravilléis, entonces, que tan pocos jamás han visto las bellezas
gloriosas dentro del Tabernáculo: sólo los sacerdotes las pueden ver.
Los levitas pueden saber de ellas únicamente como las oyen
descritas. Nunca han
visto la luz escondida y la belleza; nunca han comido del “pan de la
proposición”; nunca han ofrecido incienso aceptable en el “Altar
de Oro”. No: para
disfrutar de éstos, deben pasar por el “Velo” – hasta la
consagración total a Dios en sacrificio durante el Día de la Expiación.
El Altar de Oro parecía representar al “rebaño pequeño”,
a la Iglesia consagrada en la condición actual de sacrifico.
De este altar se levanta el incienso aromático, aceptable a
Dios por medio de Jesucristo – los servicios voluntarios de los
sacerdotes: sus oraciones, su obediencia voluntaria – todas las
cosas, todo lo que hacen para la gloria de Dios.
Los que de ese modo ofrecen
incienso aceptable a Dios (1 Ped. 2:5) se aproximan mucho a su
Padre – cerca del “Velo” que los separa del “Santísimo”; y
si ellos tienen pedidos para hacerle, se los pueden presentar con el
incienso – “mucho incienso para añadirlo
a las oraciones de todos los santos.”
(Apoc. 8:3) Las oraciones
de tales sacerdotes de Dios son eficaces. Nuestro Señor Jesús mantuvo quemando continuamente el
incienso, y podía decir: “Yo sabía que siempre me oyes.” (Juan
11:42) Igualmente los
subsacerdotes, “miembros de su Cuerpo”, serán oídos siempre si
ellos continuamente ofrecen el incienso de fe, de amor, y de
obediencia a Dios: y nadie debe suponer que sus pedidos serán
respondidos si no mantiene firme su pacto – “Si permanecéis en mí,
y mis palabras [enseñanzas] permanecen en vosotros, pedid todo lo que
queréis, y os será hecho.” (Juan 15:7)
La necesidad de una comprensión clara de las enseñanzas de
Cristo como una guía para nuestros pedidos y expectaciones, para que
no podamos “pedir mal” y
fuera de armonía con el plan de Dios, se demuestra claramente por
esta escritura – pero se nota raramente.
Hemos
aprendido, a través de los tipos previamente considerados, algo de la
gloria del “Santísimo” (la condición perfecta y divina), a quien
ninguno de los hombres ha visto (1 Tim. 6:16), pero para la cual “las nuevas criaturas en
Cristo Jesús” se hacen participantes de la naturaleza divina –
finalmente llegarán, cuando el incienso ofrecido de parte del entero
Cuerpo de Cristo, el “Sacerdocio Real”, se haya terminado, y la
nube del perfume irá en frente de ellos hacia la presencia de Jehová,
para que puedan vivir más allá del “Velo”, siendo aceptables a
Dios por medio de Jesucristo, su Señor.
Dentro del Santísimo
El Arca del Pacto o “Arca del Testimonio” era el único mueble
en el Santísimo. (Véase Heb. 9:2-4 y
la nota de pie en el Diaglott.)
Su nombre sugiere que ilustraba la personificación del plan de
Jehová, que él se había propuesto, antes del comienzo de la creación
de Dios – antes que hubiera acontecido el desarrollo más pequeño de su
plan. Representaba el
propósito eterno de Dios – su arreglo predeterminado de las
riquezas de la gracia para la humanidad en el Cristo (Cabeza y Cuerpo) –
“el misterio oculto.”*
Por
lo tanto representa a Cristo Jesús y a su Novia, el “rebaño pequeño”,
para ser participantes de la naturaleza divina, y para ser imbuidos de
poder y gran gloria – el premio de nuestro llamamiento superior – el
gozo que estaba propuesto a nuestro Señor, y a todos los miembros de su
Cuerpo.
Estudios de las Escrituras, Vol. 1,
Cap. V.
Como
fue dicho antes, esto era una caja rectangular, revestida con oro,
representando la naturaleza divina otorgada a la Iglesia glorificada.
Contenía las dos Tablas de la Ley (Deut. 31:26), la vara de Aarón que reverdeció (Num. 17:8),
y la Urna de Oro que contenía el Maná (Ex. 16:32).
La Ley demostró cómo el Cristo satisfaría completamente
todos los requisitos de la Ley perfecta de Dios, y también que la
autoridad legal sería investida en él como el ejecutor de la Ley.
La
justicia de la Ley se cumplió verdaderamente en nuestra Cabeza, y se
considera cumplida en todas las nuevas
criaturas en Cristo, “que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu”; es decir, que andan en obediencia a la nueva
mente. (Rom. 8:1) Las
debilidades de la vieja naturaleza que estamos crucificando
diariamente, una vez que están cubiertas por nuestro precio de
rescate, no nos son cobradas nuevamente como nuevas criaturas –
siempre y cuando permanecemos en Cristo.
Cuando
se escribe que “la justicia de la ley se cumpliese en nosotros”,
significa que el fin de nuestro curso (hacia la perfección) está
reconocido en nosotros, porque estamos andando según o hacia aquella
perfección real que, cuando se alcanza, será la condición en el “Santísimo”,
representada por el Arca del Pacto.
Los Contenidos del Arca
“La Vara de Aarón que reverdeció” demostró el carácter elegido de todo el Cuerpo
de Cristo como miembros del “Sacerdocio Real”.
Al leer Números 17, el significado de la vara que reverdeció
se entenderá como la aceptación por Jehová de Aarón y sus hijos
– el sacerdocio típico, representantes de Cristo y de la Iglesia
– como los únicos que puedan realizar el oficio del sacerdote como
mediador. Aquella vara, por lo tanto, representa la aceptación del
“Sacerdocio Real” – el Cristo, Cabeza y Cuerpo. La vara reverdeció y dio almendras. Una peculiaridad relativa al árbol de almendras es que las
flores de las frutas aparecen antes de las hojas.
Así con el “Sacerdocio Real”: sacrifican o empiezan a dar
los frutos antes que se
perciban las hojas de confesión.
La Urna de Oro que contenía el Maná representó la inmortalidad como una de las
posesiones del Cristo de Dios. Nuestro
Señor Jesús sin duda se refiere a esto cuando dice: “Al que
venciere, daré a comer del maná
escondido.” – Apoc. 2:17.
El
Maná era el pan que descendió de los cielos como un sustento de vida
para Israel. Representaba
el pan de la vida, suministrado al mundo por Dios mediante Cristo. Pero ya que los israelitas necesitaban recoger esta provisión
del maná diariamente o de lo contrario sentirían falta y sufrirían
hambre, entonces será necesario para el mundo
buscar siempre las provisiones de la vida y de la gracia si quieren
vivir eternamente.
Pero
para aquellos que se hacen coherederos con Cristo, miembros del Cuerpo
Ungido, Dios hace una oferta especial de una especie peculiar de maná,
el mismo y a la vez diferente del que se da a otros – “el maná
escondido”. Una
peculiaridad de esta urna de maná era que fue incorruptible;
por eso bien ilustra la condición inmortal e incorruptible prometida
a todos los miembros de la “Simiente” – que es la Iglesia.
El maná o subsistencia de vida que alimentaba a Israel no era incorruptible, y por lo tanto tenía que recogerse
diariamente. Así todos
los obedientes de la humanidad que serán reconocidos finalmente como
israelitas verdaderos, serán provistos con vida eterna, pero
condicional, vida suplida y renovada; mientras que el “rebaño pequeño”,
que bajo las condiciones desfavorables actuales son “vencedores”
fieles, se les ofrecerá una porción incorruptible
– la inmortalidad.* –
Apoc. 2:17.
Estudios de las Escrituras, Vol. I,
p. 185.
Aquí,
entonces, en el Arca de oro, estaba representada la gloria que ha de
ser revelada en el Cristo divino: en la vara que había brotado, el
sacerdocio elegido de Dios; en las tablas de la Ley, el justo Juez; en
el maná incorruptible de la urna de oro, la inmortalidad, la
naturaleza divina. Sobre
este Arca, y constituyendo una tapa o cabeza sobre él, estaba
“El Propiciatorio” – una placa de oro sólido, en las dos
extremidades del cual, y de la misma pieza de metal, fueron hechos dos
querubines, con alas elevadas como si estuvieran listos para volar,
sus rostros mirando por dentro hacia el centro de la placa sobre la
cual estaban colocados. Entre
los querubines, en el “Propiciatorio”, una luz resplandeciente
representaba la presencia de Jehová.
Como
el Arca representaba al Cristo, así el “Propiciatorio”, la luz de
la Gloria y los Querubines juntos representaban a Jehová Dios –
“Dios la cabeza de Cristo.” (1 Cor. 11:3) Como
con Cristo, así con Jehová, él está representado aquí por las
cosas que ilustran los atributos de su carácter.
La luz, llamada la “Luz de la gloria” (Shekinah),
representaba a Jehová mismo como la Luz del universo, así como
Cristo es la Luz del mundo. Esto
se atestigua abundantemente por muchas Escrituras. “Tú . . . que
estás entre querubines, resplandece.” – Sal. 80:1; 1 Sam. 4:4; 2
Sam. 6:2; Is. 37:16.
La
humanidad no puede entrar en la presencia de Jehová: por eso los
miembros del sacerdocio real, Cabeza y Cuerpo, representado por Aarón,
deben hacerse nuevas
criaturas, “participantes de la naturaleza
divina” (habiendo crucificado y sepultado la humana), antes que
puedan aparecer en la presencia de aquella gloria excelente.
La
placa de oro llamada el “Propiciatorio”,
(porque en él el sacerdote ofrecía la sangre de los sacrificios que
propició o satisfizo las
demandas de la justicia divina) representaba el principio fundamental
del carácter de Jehová – la justicia. El trono de Dios se
basa en o se establece sobre la Justicia.
“Justicia y juicio son el cimiento de tu trono.” – Sal.
89:14; Job 36:17; 37:23; Is. 56:1; Apoc. 15:3.
El
Apóstol Pablo usa la palabra griega para Propiciatorio o Propiciación
(hilasterion) cuando hace
alusión a nuestro Señor Jesús, diciendo – “a quien Dios puso
como propiciación* [o
Propiciatorio] . . . para manifestar su justicia . . . a fin de que él
sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.”
(Rom. 3:25, 26) El
pensamiento aquí está de acuerdo con la presentación anterior.
La Justicia, la Sabiduría, el Amor y el Poder son de Dios así
como el plan por el cual todos éstos cooperan en la salvación humana:
sin embargo agradó a Dios que en su Hijo bien amado, nuestro Señor
Jesús, toda su propia plenitud debía habitar, y representar a la humanidad. De
esta manera en el tipo el Sumo Sacerdote, saliendo del Santísimo, era
el representante vivo de la Justicia, la Sabiduría, el Amor y el
Poder de Jehová para con los hombres – el representante vivo de la
misericordia divina, del perdón, y de la conciliación.
Aunque el ser divino esté velado, escondido de la vista humana,
sus atributos divinos serán desplegados a todos los hombres por
nuestro gran Sumo Sacerdote, quien, como el Propiciatorio vivo, al
final de esta era se acercará a la humanidad y hará que todos
entiendan las riquezas de la gracia divina.
De alguna forma los traductores de
la Versión Común de la Biblia (Versión de Rey Jaime) mal tradujeron hilasterion
como “propiciación”. La
palabra hilasmos, significando satisfacción,
se traduce correctamente como “propiciación” en 1 Juan 2:2 y 4:10.
Los dos querubines representaban otros dos elementos del carácter
de Jehová, como fue revelado en su Palabra, a saber, el Amor divino y
el Poder divino. Estos
atributos: la Justicia, el principio fundamental, y el Amor y el Poder
(de la misma cualidad o esencia, saliendo de él) están en armonía
perfecta. Todos ellos son
de una sola pieza: son
enteramente uno. Ni el
Amor ni el Poder se pueden ejercer hasta que la Justicia se satisfaga
por completo. Entonces
vuelan para ayudar, para elevar y para bendecir.
Estaban en las alas, listos, pero esperando; mirando para
adentro hacia el “Propiciatorio”, hacia la Justicia, para saber
cuando moverse.
El
Sumo Sacerdote, cuando se acercaba con la sangre de los sacrificios de
la Expiación, no la rociaba sobre los Querubines.
No:
ni el Poder divino ni el Amor divino independientemente requerían el
sacrificio; por lo tanto el Sumo Sacerdote no necesitaba rociar a los
Querubines. Es la
cualidad de Justicia o el
atributo de Dios que de ninguna manera perdonará a los culpables, ya
que fue la Justicia que dijo: “La paga del pecado es muerte.”
Cuando, por esta razón, el Sumo Sacerdote diera un rescate
por los pecadores, se lo debe pagar a la Justicia. De aquí la propiedad de la ceremonia de rociar la sangre
sobre el
“Propiciatorio”.
El
amor condujo el plan entero de la redención.
Fue a causa de que Dios tanto amó al mundo que envió a su
Hijo unigénito para redimirlo, para pagar a la Justicia el precio del
rescate. Entonces el Amor
ha sido activo, preparándose para la redención desde que entró el
pecado; sí, “desde antes de la fundación del mundo.” – 1 Ped.
1:20.
“El
Amor concibió primero la manera,
Para
salvar al hombre rebelde.”
Cuando
los sacrificios del Día de la Expiación (el becerro y el macho cabrío)
estén completos, el Amor espera ver los resultados de su plan.
Cuando se rocía la sangre la Justicia clama: ¡Es suficiente;
está finalizado! Entonces
viene el momento cuando el Amor y el Poder pueden actuar, y rápidamente
se apresuran para bendecir a la raza redimida. Cuando la
Justicia está satisfecha, el Poder comienza su misión, que es
igualmente extensiva como el Amor, utilizando el mismo agente –
Cristo, el Arca o caja fuerte de favores divinos.
El
parentesco y la unidad de esta familia divina
– el Hijo y su Novia, representados por el Arca, en armonía y
unidad con el Padre, representado por la Cubierta – fue demostrado
por el hecho de que el “Propiciatorio” era la tapa del Arca, y por
eso una parte – la parte superior o cabeza de él.
Como la cabeza de la Iglesia es Cristo Jesús, así la cabeza
del Cristo entero es Dios. (1 Cor. 11:3) Esta
es la unidad por la cual oró Jesús, diciendo: “No ruego por el
mundo, sino por los que me diste” – “para que todos sean uno;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en
nosotros; para que el mundo crea [entonces].” – Juan 17:9, 21.
El Sacerdote Sin Mancha
Es
significante también que cualquier miembro del sacerdocio que tuviera
un defecto del ojo, de la mano, de la nariz, del pie, o de cualquier
otra parte, no podía desempeñar el oficio de Sacerdote (Sumo
Sacerdote); ni tampoco cualquier hombre que tuviera una cosa superflua,
tal como un dedo adicional de la mano o del pie.
Esto
enseña que cada miembro del Cuerpo de Cristo glorificado será
completo – no faltando nada; y también que no habrá en ese “rebaño
pequeño” ni uno que esté de más ni uno que haga falta, sino
exactamente el número previsto y predeterminado.
Cuando algún día el Cuerpo de Cristo esté completo,
no habrá más adiciones – ninguna superfluidad.
Todos, por lo tanto, que han sido “llamados” con este
“llamamiento superior” para hacerse miembros particularmente del
Cuerpo de Cristo, y habiéndolo aceptado, deben esforzarse en serio
para hacer firme su vocación y elección (como miembros de aquel
“rebaño pequeño”), corriendo de tal manera para alcanzar el
premio. Si alguno de
ellos está descuidado, y pierde el premio, alguien más lo obtendrá
en su lugar, pues el Cuerpo estará completo; ni un miembro será
deficiente ni superfluo. Ten
cuidado, “para que ninguno tome tu
corona.” – Apoc. 3:11.
“El Misterio Que Había Estado Oculto
Desde Los Siglos Y Edades”
– Col. 1:26 –
Ha
sido un asunto de sorpresa para algunos que la gloria y la belleza del
Tabernáculo – sus paredes de oro, sus muebles de oro bellamente
esculpidos, y sus velos de obra primorosa – estaban tan
completamente cubiertos y ocultos de la vista del pueblo;
aun la luz del sol de afuera estaba excluida – su única luz siendo
la Lámpara en el Santo y la gloria Shekinah en el Santísimo.
Pero esto está perfectamente de acuerdo con las lecciones que
hemos recibido de sus servicios.
Como Dios cubrió el tipo y escondió su belleza bajo las
cortinas y las pieles ásperas y desagradables, así las glorias y las
bellezas de las cosas espirituales son visibles solamente por los que
entran en la condición de la consagración – el “Sacerdocio
Real”. Estos entran en
un estado escondido pero glorioso que el mundo y todos afuera fallan
en apreciar. Sus
esperanzas gloriosas así como sus posiciones como nuevas
criaturas están ocultas de sus prójimos.
“Ah,
estos son de una línea real,
Todos hijos de un Rey,
Herederos de coronas inmortales y divinas,
¡Y vea! ¡De alegría cantan ellos!
“¿Por
qué, entonces, parecen tan humildes?
¿Y por qué tan despreciados?
Por causa de sus ricas vestiduras inobservadas
El mundo no está avisado.”
Contenido
- Prefacio
- Capitulo 1 -
Capitulo 2
- Capitulo 3 -
Capitulo 4
- Capitulo 5 -
Capitulo 6
- Capitulo 7 -
Capitulo 8
- Indice