LA PREPARACIÓN DEL ARCA.
La conducta desleal de los ángeles continuó aparentemente por espacio de
siglos sin que Dios empleara su poder omnipotente en contra de ellos. Todos
fueron de ese modo probados, y muchos entre ellos “fueron desobedientes en
los tiempos de Noé.” (I Pedro 3:20).
La familia de Noé tuvo la distinción de ser la única excepción entre toda la
población de la tierra. “Noé era perfecto en su generación,” eso es, él era
de raza adámica, sin mezclamiento alguno con los ángeles. (Génesis 6:9). La
familia de Noé incluía, por lo tanto, todos los no contaminados, que fueron
ocho personas solamente. Ellos, por mandato divino, construyeron el Arca, y
de ese modo atestiguaron al mundo la intención divina respecto al Diluvio.
Las prédicas de Noé en que anunciaba el juicio divino en forma de un diluvio
parecían, por lo menos, ridículas, pues hasta entonces no había siquiera
llovido. El último de los círculos que rodeaban a la tierra consistía
únicamente de agua. Por centenares de años se había extendido sobre el
firmamento como un dosel inmenso. Toda la tierra semejaba un gran
invernadero que, sin cambios radicales de temperatura, y sin tormentas
atmosféricas de ningún género, gozaba de una primavera perpétua. De aquella
época dice el Génesis (2:5), que “Dios aún no había hecho llover sobre la
tierra.”
Vino el Diluvio -“Y fueron rotas todas las fuentes del gran abismo”-
pabellón. El quebrantamiento del dosel o pabellón de aguas precipitó en la
vecindad de los polos innumerables toneladas de agua, formando oleajes
tremendos que inundaron la tierra, de ese modo ahondando los mares y
pronunciando más aún las alturas.
Se supone que Armenia fue la cuna del mundo, y en ese país, según los
geólogos, hubo una época en que la tierra no era sino un lago viscoso de
aguas estancadas. La teoría está probada por los depósitos aluviales de esa
sección. Fue aquí que el Arca flotó, y que, guiada por mano divina, descansó
sobre el monte Ararat con su carga preciosa que había de llenar y repoblar
al mundo.