EL TEMPLO DE JEHOVÁ.
Hemos visto ya que el Tabernáculo representaba la residencia temporal de
Dios entre los Israelitas. Más tarde fue sustituido por el Templo, el cual,
siendo construido de materiales pesados, un edificio permanente, significaba
la intención de Dios de establecerse para siempre en medio de los suyos.
El rey David, como ya hemos visto, representaba al Cristo durante la Era
Cristiana. Él reunió los materiales para la construcción del Templo, mas no
se le permitió edificarlo, de ese modo mostrando que el Reino del Mesías no
será inaugurado por la Iglesia antes de ser glorificada, y su glorificación
la simboliza el rey magnífico, el que construyó aquel bellísimo Templo, -el
sin igual Salomón.
Este Templo fue destruido en el año 606 A. C., pero más tarde el rey
Herodes, que no era judío sino descendiente de Esaú, favoreció a los judíos
con la construcción de un templo precioso que aún existía en vida de Jesús.
Estos templos simbolizan el gran prototipo de que hablaban San Pablo y San
Pedro: “El Templo de Jehová es santo; cual Templo sois vosotros.” “Vosotros
también, como piedras vivas, sois edificados en un Templo espiritual.” Dice
San Pedro que todos los santos de Dios son Piedras Vivas en el Templo
Espiritual, por cuyo medio todos podrán aproximarse a Dios.
Las piedras usadas en la construcción del Templo de Salomón fueron medidas y
pulidas en la cantera, y las vigas preparadas de antemano, de modo que se
construyó el edificio sin un martillazo, tan bien cortado y preparado estuvo
todo.
Simbólicamente el Templo Vivo de Dios se construye de idéntica manera, pues
son formadas las Piedras en la vida presente y acabadas en la resurrección
para emplearse luego en el gran Edificio Espiritual -el Templo de Jehová.
Por eso nos vemos sometidos a sufrimientos y pruebas con el fin de
perfeccionar nuestros caracteres. El cambio de naturaleza que reciben los
santos juntará las Piedras sin esfuerzo ni compulsión. Luego la gloria de
Dios llenará ese Templo verdadero y empezará la Nueva Dispensación.