The Rich Young Ruler
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LO QUE CUESTA EL REINO.
La Biblia enseña claramente que el camino que lleva al Reino es muy
escabroso y estrecho, y que para ser discípulo del Señor es preciso hacer lo
que hizo Él: sacrificar los intereses de la carne, y llevar sin quejarse la
cruz de la ignominia. Esto ha sido motivo de extrañeza para muchos que no
pueden comprender por qué se han limitado las promesas a condiciones tan
difíciles en vez de incluir a todos los que hicieran el bien solamente, sin
el ejercicio de la fe ni el sacrificio de sí mismo.
La parábola del camello pasando por el ojo de una aguja indica cúan difícil
les será a los ricos obtener parte en el reino sin quitarse de encima la
carga de sus riquezas. La portezuela en la puerta de la muralla llamábase
“El Ojo de la Aguja.”
Cuando penetramos bien el sentido general de las Escrituras vemos que Dios
quiere una compañía de individuos de carácter escogido para formar con ellos
aquel Rebaño Pequeño que será la Desposada de su Hijo. Y con este fin ha
llenado de dificultades el camino, de modo que los que se atrevan a afrontar
y vencerlas sean en verdad vencedores, animados de una fe inquebrantable y
de una integridad a toda prueba.
Cuando el joven rico le preguntó al Señor: “¿Qué debo hacer para heredar la
vida eterna?” Jesús le recordó que la ley la prometía a aquel que cumpliera
sus exigencias. Respondióle que había hecho cuanto en su poder estuviera,
pero que aún se estaba muriendo lentamente. El Maestro lo contempló con
ternura (pues lo amaba porque quería ser bueno), y le indicó un medio nuevo
de obtener lo que deseaba -el sacrificio como discípulo suyo, y en
recompensa le sería dado el privilegio de compartir con Él su Trono, y
participar de al gloria, de los honores y de la inmortalidad prometidos. -
San Marcos 10:17-25; Ro. 2:7; 8:17.
El Señor aseguró a sus discípulos que les daría pruebas, pero que también
les prestaría eficaz auxilio, y que, de serle fieles, les daría una corona
de gloria. Pero la repartición de los honores del Reino no será gobernada
por la gracia de Dios, sino únicamente por la justicia. -San Mateo 20:23;
Apocalipsis 3:21; 2:10.