EL SUEÑO DE NABUCODONOSOR.
Daniel, un joven israelita que fue, junto con otros cautivos, llevado a
Babilonia, llegó a ser profeta de Jehová. El rey Nabucodonosor tuvo un sueño
que le impresionó mucho, pero que al despertar trató en vano de recordar.
Los “sabios” de su reino a pesar de sus esfuerzos inauditos, no pudieron
adivinarlo. Por último Daniel, ayudado por Dios, no solamente logró
recordarle el sueño sino que también dio su interpretación. -Daniel 2:31-35.
El sueño y lo que significaba es tan interesante para nosotros como lo fue
para el rey. Soñó que veía una gran Imagen; su cabeza era de oro, su pecho y
brazos, de plata; su vientre y costados, de bronce; sus piernas eran de
hierro y los pies, de hierro entremezclado con barro. Luego vio el rey una
Piedra, sacada del monte sin que la tocara mano alguna, que hirió los pies
de la Imagen, la cual cayó hecha polvo, que el viento se llevó. La Piedra
siguió en aumento hasta llenar toda la tierra. -Daniel 2:31-35.
Según la interpretación que dio Jehová por medio de Daniel, el sueño
significaba lo siguiente: la cabeza de la Imagen representaba el reino de
Babilonia; el pecho y los brazos, el imperio de Medo-Persia; el vientre y
los costados, el de Grecia, y las piernas, el Imperio de Roma. Los pies
representaban el “Santo Imperio Romano” y sus sucesores: el hierro, el poder
civil, y el barro con el cual estaba entremezclado y medio cubierto, el
poder eclesiástico de nuestro día. De modo que estamos viviendo en los
tiempos representados por los diez dedos de la Imagen.
El barro, mezclado con el hierro de los pies de la Imagen, imitaba la
Piedra, simbólica del Reino de Dios. La Piedra es la Iglesia de Dios que, de
entre judíos y gentiles, y de todas las naciones y sectas, es elegida para
constituir el Reino del Mesías, el cual pronto se establecerá con infinito
poder y gloria. Ante su paso avasallador los reinos de este mundo tendrán
que desaparecer. Este Reino bendito seguirá en aumento hasta llenar la
tierra y someterlo todo a su dominio; los que persistieren en proceder mal
sufrirán la Segunda Muerte, o sea la extinción perpetua.