LA SUERTE DE LOS AMALECITAS.
El rey Saúl no pareció nunca sentir hondo aprecio por los mandatos de Dios;
siempre quería hacer su propia voluntad aún en los casos en que el profeta
Samuel le indicara claramente lo que Dios exigía de él.
Fue en una de estas ocasiones que recibió Saúl instrucciones respecto a los
Amalecitas; él debió haberles muerto o desterrado a todos, pero hizo
excepción del rey, etc. Tal parezca extraño que Dios diera órdenes
semejantes, mas no así cuando pensamos que todo el mundo está bajo pena de
muerte, y que poco importa que venga tarde o temprano, ni que la causa sea
la pestilencia, el hambre o la espada. La iniquidad de los Amalecitas había
llegado a ser intolerable, como el estado pecaminoso de los Sodomitas. Y fue
decretado su exterminio.
Si estos muertos hubieran tenido que sufrir largos años de tormento, ¡qué
horrible habría sido esa matanza! Mas el asunto cambia de aspecto si
recordamos que los Amalecitas tienen la promesa de una resurrección segura,
sellada con la sangre del Redentor, promesa que como ya hemos visto, incluye
también a los Sodomitas. Y tendrán, además del privilegio de volver a vivir,
el de obtener la perfección humana. Todos los que durante esta vida no hayan
conocido a Dios tendrán la oportunidad de conocerlo y de rendirle homenaje
bajo el bendito dominio del Mesías.
Otra ilustración parecida es la destrucción del ejército de Senaquerib en
una noche por el Ángel de Dios, probablemente por medio de una tormenta de
arena. -2 Reyes 19:35-36.
Durante la Edad Media forjáronse conceptos falsos respecto a la Biblia y de
Dios mismo, y las Escrituras no existían para las masas. Además de ser su
precio exorbitante, pocas eran las personas que supieran leer. Ignoraban que
adorar a un dios capaz de atormentar a sus criaturas equivale a rendir culto
a Moloc, cuya idolatría era condenada por Jehová. El amanecer de una época
nueva descubre el carácter amante y noble de Dios, e ilumina las páginas
preciosas de la Biblia, mostrando cuán razonables son sus enseñanzas.