EL PACTO DE LA LEY EN EL SINAI.
Moisés sirvió como Mediador entre Dios y el pueblo de Israel en el monte
Sinaí. Ellos allí prometieron cumplir fielmente la Ley Divina. Jehová por su
parte les prometió que si cumplían lo pactadoÉl les daría vida eterna. Si
lograban llenar las condiciones impuestas les serían accesibles las de
sacrificio como Simiente de Abraham, tan claramente simbolizadas por Isaac
cuando fue ofrendado por su padre. De ese modo llegarían a heredar la
gloriosa Promesa: “Y serán bendecidas en tu Simiente todas las naciones de
la tierra.” -Deut. 5:1-6; Génesis 22:18.
La multitud aceptó las condiciones del Pacto, sin comprender el alcance de
una ley que exigía la perfección en todo. Luego Jesús explicó que la Ley se
sumaba en un sólo mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón
y con toda tu mente; con toda tu alma y con toda tu fuerza, y tu prójimo
como a ti mismo.” Los Judíos, como el resto de la humanidad, no carecían de
imperfecciones y les fue imposible cumplir una ley perfecta. Y como no eran
de por sí dignos de vida eterna, no podían redimir a los demás, ni tener el
derecho de bendecir a todas las naciones de la tierra.
A su debido tiempo vino Jesús, el prometido Mesías, pero no de la manera que
habían esperado. En vez de un Rey glorioso vino el humilde Nazareno a morir
por el pecado de la humanidad. “A lo suyo (la nación judía) vino: y los que
eran suyos (los judíos) no lo recibieron” -lo crucificaron. (San Juan 1:11).
Jesús no obstante, empezó la selección entre los israelitas de la Simiente
Prometida, la Simiente Espiritual de Abraham. Aceptó primero a los de su
propia raza que se mostraron leales. (Romanos 11:7). Mas no hubo número
suficiente para completar el predestinado de Elegidos. Por lo tanto se
extendió la invitación a los gentiles, brindándoles la oportunidad y el
privilegio de formar parte de la Simiente Espiritual. Por más de 18 siglos
ha estado el Cristo reuniendo a los suyos, reclamándolos de entre todas las
naciones, lenguas y sectas. Una vez completo ese Cuerpo de Cristo, la
Simiente Espiritual de Abraham entrará en posesión de su herencia y la
bendición del mundo empezará -Gál. 3:29.