NUESTROS TEMPLOS MODERNOS.
Grandes templos y catedrales se han construido en todos los países
civilizados. Tal vez sus fundadores quisieron emular a Salomón y Herodes,
que construyeron los hermosos templos de la antigüedad. Desde cierto punto
de vista no se les debe criticar. Siendo las circunstancias favorables,
sería una vergüenza que los cristianos celebraran reuniones para rendir
culto a Dios en edificios de aspecto inferior al de sus propias residencias.
Pero en la mayoría de los casos las gentes pobres son las que han dado el
dinero para la construcción y habilitación de estos templos, y lo peor es
que a fuerza de amenazas y temores supersticiosos se les ha privado de sus
escasos ahorros.
En los días de Jesús y los Apóstoles no se consideraba propio de un
cristiano colectar dinero para fines religiosos. Hoy el pedir dinero
constituye el trabajo ideal del cristiano. Los apóstoles informaron a los
creyentes que la obra verdadera de la Iglesia consistía, no en construir
grandes edificios cuyos gastos fueran tal vez superiores a sus medios de
vivir, sino en la edificación de sí mismos en la Santa Fe. “El Templo de
Jehová es santo, cuyo Templo sois vosotros” “si el espíritu de Cristo mora
en vosotros.” El pueblo de Dios constituye las Piedras Vivas que bajo la
supervisión divina se están preparando para los sitios predestinados en el
Gran Templo Espiritual de Dios. Desde este templo precioso del gran
Prototipo, fluirán las bendiciones universales. ¡Luego desaparecerá la
maldición que pesa sobre la humanidad, y se secarán las lágrimas a la muerte
del Dolor!
Cuando nos reunamos en esos hermosos templos no se nos olvide que ellos no
son el Templo verdadero, o la Iglesia de Dios. Y si nos sentimos inclinados
a criticar a nuestros antepasados a causa de sus catedrales costosas y el
abandono del estudio de las Escrituras, ¡pensemos por un momento en lo que
de nosotros dirán los que han de venir, a causa de los terribles manejos de
guerra que hacemos para matar a nuestros propios hermanos! La vergüenza que
sentimos cuando recordamos nuestros defectos y flaquezas debe, por lo menos,
hacernos humildes.
John Knox
Preaching Calvinism
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