EL SUEÑO DE DANIEL.
Largo período de tiempo medió entre el rey Sedequías y el Mesías. Durante
ese periodo Dios permitió a los gentiles, representados por la Imagen vista
por Nabucodonosor, a adquirir el poder. El poderío de los gentiles debía
durar “siete tiempos,” eso es, siete años simbólicos de los cuales cada día
es un año; de modo que siete veces 360 días (un año lunar), serían 2520
años, cuyo período termina aparentemente en el año 1915. Esto quiere decir
que bien pronto el dominio de los gentiles en la tierra habrá tocado a su
fin, y habrá llegado la hora tan esperada en que el Mesías tomará posesión
actual de la tierra y de sus habitantes. Así se explica el desasosiego
social que en todas partes se percibe.
Las mismas verdades indicadas por el sueño del rey Nabucodonosor fueron
presentadas en símbolos a Daniel el profeta. En lugar de una Imagen vio
Daniel cuatro grandes Bestias, de este modo intimando que los reinos de la
tierra, tan grandiosos a los ojos del mundo, tienen, a los ojos de Dios, un
aspecto bestial. ¿Quién después de hojear las páginas ensangrentadas de la
historia, no estará de acuerdo con este concepto? En verdad que el mundo ha
sufrido injusticias y atrocidades bajo gobiernos bestiales, pero así y con
todo, tal vez eran los mejores posibles de mantener, dadas las
circunstancias que los rodeaban. Condiciones peores podrían prevalecer, como
por ejemplo, la anarquía.
La primera de las Bestias vistas por Daniel era un León y representaba a
Babilonia; la segunda, un Oso, a Medo-Persia; la tercera, un Leopardo, a
Grecia. Las cuatro cabezas del Leopardo representaban los cuatro generales
que sucedieron a Alejandro. La cuarta Bestia representaba el Imperio
Romano, y los diez cuernos correspondían a los diez dedos de los pies de la
Imagen. El cuerno que tenía ojos y llevaba puesta una corona, se supone sea
simbólico del poder eclesiástico entronizado en medio de los poderes
civiles.
Daniel vio en la visión el juicio hecho de esos reinos en que fueron
desaprobados; su dominio les fue quitado y entregado a “Uno que se parecía
al Hijo del hombre,” en cuyo poder permanecerán eternamente y todos le
rendirán servicio y obediencia. -Daniel 7:13-27.