EL VASO ESCOGIDO DE DIOS.
Llamó el Señor a San Pablo “Un vaso escogido para llevar mi nombre adonde
los gentiles.” (Hechos 9:15) Primeramente lo conocemos como el más
incansable perseguidor de la Iglesia, y el que consintió al suplicio del
amado Estebán. Más tarde lo vemos, camino de Damasco, “respirando amenazas y
muerte contra los discípulos del Señor.” -Hechos 9:1.
¡Nos asombra ver la influencia transformadora que la verdad ejerce en el
corazón humano! Empero no debemos olvidar que Dios jamás coerce la voluntad
del hombre. En la conversión de San Pablo el Señor no hizo sino probarle a
un hombre sincero que estaba equivocado, e indicarle los privilegios que
serían suyos si aceptaba las condiciones necesarias.
Fue San Pablo el que sucedió a Judas. Debían haber doce Apóstoles del
Cordero, una corona de doce estrellas sobre la frente de la Iglesia, y doce
Piedras en los cimientos de la Nueva Jerusalem. Estamos bien seguros de que
el nombre de San Pablo figura entre ellos. Esto está de acuerdo con el
aserto que no era menor que el más grande entre todos, y que tuvo más
revelaciones y visiones que ninguno de los demás. Matías fue escogido por
los Apóstoles antes del Pentecostés pero no fue reconocido por Jehová.
San Pablo es el más prominente entre todos los Apóstoles y ellos, sin
excepción, fueron personas de carácter intachable y de corazón nobilísimo,
escogidos con especial cuidado para la misión que Dios les reservara. Como
sus once compañeros San Pablo nada dijo respecto a un tormento eterno ni aún
para el pecador más empedernido, que, dado, el caso que persistiere en ser
malo durante el Milenio, “será destruido con destrucción eterna.” A San
Pablo en particular le correspondió anunciar el segundo Advenimiento del
Señor, y que reinaría hasta someterlo todo a su dominio. Por boca de este
noble discípulo Jesús nos habla en detalle de “la resurrección de los justos
y de los injustos,” del “cambio” de naturaleza que experimentará la Iglesia
a su Última Venida, del Anticristo, etc. Si omitieramos las epístolas de San
Pablo ¡cuántas cosas de suma importancia tendríamos aún que ignorar!