“¡ECCE HOMO!” - ¡HE AQUÍ AL HOMBRE!
Bien temprano, al día siguiente, Cristo fue llevado ante Pilato, acusado de
traición contra el emperador romano por cuanto aseguraba Él ser el rey de
los judíos. Y los que lo acusaron se hallaban entre los israelitas más
distinguidos y de mayor influencia. No dejó de comprender Pilato la maldad y
la injusticia que encerraba la acusación, y que ellos deseaban la muerte de
un ser inocente. Para evadir la responsabilidad de semejante crimen, tan
pronto supo que Jesús era de Galilea lo envió adonde Herodes. Éste tampoco
quiso resolver nada con respecto a Él, pues sabía de sus milagros y le
temía; por lo tanto, después de permitir a sus soldados escarnecerle a su
gusto, lo devolvió a Pilato. Los acusadores insistían que si Pilato soltaba
a Cristo sería traidor al César.
En vano procuró Pilato libertarlo, y últimamente, creyendo que con inferirle
un castigo lograría satisfacer la furia de sus enemigos, mandó que le diesen
de latigazos, mas inútil fue su empeño, que la turbamulta gritó
desaforadamente: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” Pilato, desesperado, y
contando con el efecto que tendría la tranquila belleza del Cristo, lo
presentó a la vista de todos, exclamando: “¡Ecce homo!” - “¡He aquí al
Hombre!” ¡No tenéis entre vosotros otro que le iguale! ¿Y queréis
crucificarle? Con mayor vehemencia gritaba la canalla: “¡Crucifícale!” Es
una triste verdad que no hay nada que endurezca más el corazón humano que
los prejuicios religiosos.
Jesucristo no era el tipo ideal del populacho. De haber sido jactancioso,
vulgar y ordinario, se habría asemejado más al rey que ellos esperaban fuese
el libertador de su pueblo, el que había de levantar de sus cuellos el yugo
romano, en fin, un héroe por el estilo de Alejandro el Grande. Aún en
nuestro día el mundo contempla con respeto la triste majestad del Cristo,
pero no es su ideal.
El mundo no alcanza a comprender que el propósito de Cristo es tener
ejemplificados en sus discípulos la humildad, la paciencia, la dulzura, la
abnegación y el amor franco y sincero, que son los atributos indispensables
de los que quieran compartir con Él su Reino.
"Ecce Homo!"
--Behold The Man
Crucify Him! Crucify Him!
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