¡HOSANA EN LAS ALTURAS!
Cuando ya se acercaba el fin de su ministerio, Jesús fue a Betania donde
residía Lázaro -el mismo que había sido resucitado por Él de la muerte. La
hermana de éste aprovechóse de la oportunidad para ungir los pies del
Maestro con ungüento de nardos, y Él declaró que le ungía para la sepultura.
-San Mateo 26:12.
Al día siguiente mandó que le trajesen un asno que montó a la usanza de los
reyes de Israel y de ese modo entró en la ciudad de Jerusalem. Cuando
vislumbró la ciudad amada, se le saltaron las lágrimas y exclamó conmovido:
“¡Jerusalem! ¡Jerusalem! Que matas a los profetas y a los que son enviados a
ti, ¡cuántas veces quise recoger tus hijos como el ave recoge sus hijuelos
bajo sus alas, y no quisiste! ¡He aquí vuestra casa os es dejada desierta!
Pues yo os digo, que de aquí en adelante no me veréis hasta aquel día (del
Reino del Mesías), en que digáis: ¡Bendito Aquel que viene en nombre del
Señor!” (San Mateo 23:37-39).
La multitud se estusiasmó a la vista de Uno que venía anunciando como Rey de
los Judíos y le aclamaron el Mesías. Alfombraron su camino de ramos de
flores y palmas y echaron delante de Él sus capas y mantones, de ese modo
indicando que nada era demasiado bueno para Él. Por todas partes resonaban
las voces que clamaban constantemente: “¡Hosana al Hijo de David!” -el tan
esperado Mesías del linaje real de David- y “¡Bendito Aquel que viene en el
nombre de Jehová!” -San Mateo 21:9.
Los fariseos pensaron que era mucho alboroto y que semejante proceder era
sacrílego; por lo tanto mandaron a Jesús hiciese callar al populacho. El
Maestro respondió que el profeta Zacarías había predicho que clamarían y que
la profecía se tenía que cumplir. “Os digo que si éstos callasen que las
piedras clamarían!” Dios lo había declarado y tenía que cumplirse su
Palabra.
El Señor echó del Templo a los cambistas y vendedores inmediatamente después
de su entrada triunfal.
Mary Magdalene's
Tribute
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